ARCHADIO GENE SMITH, MECENAS Y AVENTURERO

Además de los grandes problemas que continuamente acuciaban la zona, la parte más oriental del archipiélago de Albión tuvo que enfrentarse durante algunos meses a un inexplicable misterio que empezó a obligar a los pobres agricultores que aún quedaban allí a abandonar sus tierras. 
Resultó que durante un tiempo cada mañana descubrían que algunos de sus campos habían quedado totalmente inutilizados, como calcinados, con la tierra yerma, inservible en adelante y con los cultivos echados a perder. La transformación era inexplicable para aquella pobre gente: como por arte de magia un campo que ayer estaba lleno de vida a la mañana siguiente amanecía muerto. Y lo peor era que la misteriosa plaga se iba extendiendo, sin pausa pero sin prisa por toda la costa más occidental del archipiélago. Los agricultores afectados no podían hacer nada, y empezaban a abandonar sus tierras resignados, emigrando a New London, la nueva capital, en busca de la suerte y fortuna que les había sido esquiva en sus propios hogares. 

Con la llegada de los primeros emigrantes a la gran capital, llegaron también las noticias de sus campos abandonados. Eran noticias extrañas que se extendieron rápidamente por la ciudad, y cada vez que pasaba de boca en boca los rumores exageraban más la historia. Así, en poco tiempo se llegó a hablar de las misteriosas tierras fantasmas occidentales de las que todo el mundo huía. Esta historia no circuló solamente por los bajos fondos, sino que también era motivo de discusión en los centros de reunión de la alta sociedad. Fue precisamente en una de estas tertulias, en el Gentlemen’s Club, donde la noticia llegó a oídos del acaudalado filántropo Archadio Gene Smith, socio honorífico de dicho club. 

Archadio Gene Smith
Archadio, dueño de una ingente fortuna, había conseguido superar la crisis de los años del cometa sin mucha dificultad. Una vez reestablecido cómodamente en New London decidió invertir en fondos públicos para la reconstrucción de la ciudad un pingüe pellizco de su notoria riqueza, lo que le valió el reconocimiento de la sociedad, llegando a ser incluso condecorado públicamente por el flamante alcalde William Anderson Radclife IV como hijo predilecto de la ciudad. Archadio, hombre orgulloso, se jactaba de su condición y gustaba presumir de ello. 

Así, cuando se enteró de la noticia de las tierras misteriosas vio otra oportunidad de sorprender a sus semejantes; resolviendo el misterio, con toda seguridad volvería a obtener el reconocimiento de todos. Y se puso manos a la obra. No reparó en gastos para contratar a los mejores hombres que pudiesen afrontar aquel desafío con éxito. Entre otros, consiguió el respaldo del conocido detective Sherlock Holmes, amante de los retos difíciles, y a través de éste, también el de Mycroft, el famoso gorila sapiens afincado en New London. 
En pocas semanas el pequeño grupo de héroes locales acertó a zanjar el enigmático asunto; resultó ser una compleja trama urdida por una banda de piratas del aire. Esta banda pretendía establecerse en alguna zona no muy alejada a New London y afianzar una base de operaciones desde donde organizar sus fechorías. Para no levantar sospechas necesitaban que fuese una zona abandonada. Geográficamente la costa occidental del archipiélago de Albión era una buena situación estratégica y ya de por sí no muy poblada, y se pusieron manos a la obra. Los silenciosos piratas aéreos sobrevolaban la costa durante la noche y gaseaban los campos con una solución a base de cianuro y piedra cometa que habían conseguido en el mercado negro. Esta combinación anegaba los campos instantáneamente y por tiempo indefinido. Tal y como los piratas esperaban, los granjeros perjudicados no dejaban de ver en aquella catástrofe sino algún tipo de maldición fantasmal y se afanaban en abandonar sus tierras. 

El grupo reclutado por Archadio no tardó en ponerse tras la pista correcta tras unas peligrosas averiguaciones por los barrios bajos de la capital. A partir de ahí los hechos se desencadenaron rápidamente: Sin entrar en detalles, los intrépidos investigadores consiguieron localizar la base de los piratas y apresarlos, para alegría de todos. 

Como era de esperar, el reconocimiento público al mecenas del grupo no tardó en llegar. Nuevamente en una ceremonia de agradecimiento, el alcalde de New London William Anderson Radclife IV conversaba de esta guisa con sir Archadio:

-‘Este grupo tiene un futuro prometedor. Parece que no haya misterio por extraño que se antoje que pueda doblegarle.’
-‘En efecto, de hecho he estado pensado en patrocinarlo y promoverlo para que pueda seguir luchando contra el crimen organizado y los misterios que acucian a la humanidad, efectivamente, conmigo al mando, claro está…’
-‘¿Y ha pensado en ponerle un nombre?’
Sir ArchaDIO GENE Smith lo miró levantando su ceja derecha, y conteniendo una pequeña sonrisa de medio lado respondió: -‘¿Qué le parece Club Diógenes?’