Era el más joven de los
Gorilas Sapiens que el Dr. Kirk se llevó con el cuando regresó a Europa y
también de los más listos. Pasó varios años viajando con el profesor visitando
a líderes, científicos y artistas por todo el mundo mientras Kirk enseñaba su descubrimiento.
Aprovechó todo ese tiempo para aprender de los humanos: su historia, su
sociedad, como se organizaban, como pensaban, que valoraban y querían... y como actuaban. Habló, observó y sobretodo
leyó y reflexionó mucho durante esos años y como todos los demás adoptó un
nombre humano.
La mayoría de sus
compañeros decidieron establecerse en New London, excepto algunos que
decidieron seguir viajando o ir a vivir con humanos a otra parte, pero él al
contrario de la mayoría, decidió volver a su tierra.
Volvió a Luba y descubrió
que su grupo había emigrado al este, hacia Ngorongoro. Mientras viajaba hacia
allí observaba atónito que las diferentes tribus y etnias se habían sometido
voluntariamente a la autoridad de los Gorilas Sapiens considerándolos Dioses o
enviados de los Dioses, y Ra’ng Kor había empezado a organizarlos de alguna
manera. Había nacido un gran estado en medio de África al que todos llamaban
Ngorongoro.
Cuando llegó a Silvania
también se sorprendió al ver todo lo que habían construido en ese paraje
singular. Sus compañeros del grupo le saludaron efusivamente y le explicaron
los pormenores de la colonización del centro de Ngorongoro, la construcción de
las cabañas en los árboles, la dura erradicación total y definitiva de los
leones de dos cabezas, entre otras cosas mientras veía un gran número de pequeños gorilas
parloteando y jugando por toda Silvania.
Pasó mucho tiempo con
Ra’ng Kor, explicándole como era el mundo y que había visto, los diferentes
países, las máquinas, la piedra cometa... todo. El viejo espalda plateada le
escuchaba y preguntaba tratando de entenderlo todo. Ra’ng Kor le explicó como
las tribus se sometieron voluntariamente a ellos, que lo llamaban rey y los
obedecían. También le explicó que para administrar su estado necesitaban ser
más así que enviaron a buscar más como ellos, pero solo encontraron gorilas no
parlantes, aunque aún podían comunicarse con ellos. Al final se vio obligado a
implantar una política de cría intensa para aumentar su número, y las cópulas
entre gorilas normales y gorilas sapiens dieron como resultado a más gorilas
inteligentes y con capacidad de habla.
Un día de 1889, Ran’ng Kor, después de convencerse de que era de fiar,
le pidió que le siguiera, quería mostrarle el secreto mejor guardado de
Ngorongoro. Durante el paseo le pidió que le explicara de nuevo que era eso que
llamaba guerra, algo que hacían los humanos cuando querían algo valioso, y estaba en medio de la explicación cuando le
mostró el centro del cráter: un enorme orificio en la tierra lleno de verdes resplandores
de piedra cometa y el más grande fragmento del meteorito caído en la tierra.
Algo por lo que muchos humanos lanzarían sus ejércitos si llegaban a enterarse,
y tarde o temprano así sería.
–
¿Esto nos traerá
problemas verdad?- preguntó Ra’ng Kor
–
Si, sin duda-
respondió él.
–
¿Estoy viejo, podrás
ocuparte tu? Eres el más apto, el grupo lo aceptará- preguntó de nuevo el viejo
espalda plateada
–
Haré lo que pueda...
El nuevo rey no tardó en
cambiar muchas cosas: consciente de la necesidad de armas modernas para
gorilas, instauró un servicio militar obligatorio y envió a muchos de sus
congéneres a trabajar como guardaespaldas por todo el mundo. Estaban muy
cotizados y el único pago que necesitaban eran armas específicamente
construidas para gorilas y municiones que enviaban a Ngorongoro. Esto hizo que algunos de ellos se establecieran por todo el mundo y otros volvieran al acabar sus servicios.
Guardaespaldas Gorila Sapiens |
Organizó mejor el estado:
carreteras, irrigaciones, escuelas, todo tipo de mejoras que sus súbditos
humanos aceptaron de buen grado, aunque nunca fueron obligados a nada.
Construyó minas en el
centro del cráter, y se empezó a extraer piedra cometa que se vendía de manera
discreta e indirecta para evitar dar a conocer su procedencia y utilizaban esos
fondos para financiar el estado y comprar las herramientas y máquinas
necesarias.
Se amaestraron a las
serpientes voladoras, que permitían vuelos muy cortos con gorilas montándolas y
se pusieron a raya cualquier otro tipo de animal peligroso.
En 1899 había cambiado
completamente la forma de vida de Ngorongoro, y cuando el monarca empezaba a
albergar esperanzas de que al final sus planes pudieran salir bien y la guerra
nunca hollara los dominios de los gorilas sapiens dos asuntos trastocaron sus
planes:
Uno fue ver que los
gorilas mezclados pese a heredar la inteligencia y la capacidad de habla
mantenían una parte instintiva y por consiguiente más violenta más marcada que
los gorilas hijos de dos padres sapiens. Los dos machos que veía más aptos para
sucederle algún día Ignosi (gorila sapiens) y Twala (gorila instintivus) eran
una claro ejemplo de la diferencia.
Y el otro fue la
irrupción de un explorador blanco en sus dominios, Sir George Curtis, que se
infiltró sin autorización en las minas de piedra cometa y huyó. Por suerte fue localizado
y apresado, pero debió tener tiempo de enviar algún mensaje, porque sus
informadores le decían que se estaba empezando a hablar de unas minas escondidas
de gran valor en África, sus minas aunque nadie sabía con exactitud donde
estaban, ni si eran reales...
El rey de los gorilas temía
por sus congéneres y súbditos si alguna nación necesitada de piedra cometa
decidiera arrebatársela a la fuerza. Aunque si finalmente se diera el caso, estaban preparados. El era el rey y defendería
tanto a sus subditos como a las minas que todo el mundo denominaba por su
nombre, las minas del rey Salomón.