EL BARÓN CAVALLI


El Barón Angelo Italo Cavalli, figura destacada en la nobleza del antiguo reino de Italia, siempre estuvo obsesionado con las máquinas y la velocidad. Desde muy temprana edad y gracias a su pudiente asignación, lleno las amplias salas del palacio familiar en las afueras de Nápoles (Castello di Cavallo) de los más ruidosos y extraños ingenios que podía adquirir. 

Baron Cavalli
Se hizo instalar un motor de vapor Perreaux en un antiguo carruaje familiar. Lo pinto de brillante color escarlata y lo bautizo como Diavolo Rosso. Estuvo aterrorizando a la desprevenida población de Nápoles hasta que tuvo un aparatoso accidente que casi le costó la vida. Este accidente le destrozó las rodillas y provocó una terrible dolencia en sus piernas, imposibilitándolo para volver a conducir. 

Durante más de un año el Barón se encontró postrado en una cama de hospital suizo, donde gracias a la posición de su familia consiguió los más costosos cuidados. Fue entonces cuando sucedió el gran cataclismo que sumió a todo el planeta en sus más oscuras horas. Fue también desde allí donde se enteró del fallecimiento de toda su familia durante la batalla de Nápoles y los consiguientes disturbios, convirtiéndose en único heredero de la ingente fortuna Cavalli. 

En vez deprimirse por la terrible perdida el Baron Cavalli invirtió aún más esfuerzos en su renovado interés en la tecnología que se estaba desarrollando a marchas forzadas volcándose completamente en la adquisición y mecenazgo de los más punteros científicos de todo el planeta. 

Diez años después el Barón Cavalli era famoso en todos los círculos académicos por su desinteresada labor y por sus importantes contribuciones económicas, rumores sitúan al Barón detrás de famosos inventos que hoy en día resultan tan cotidianos y su imagen aparece en la mayoría de publicaciones científicas.
Ni el precipitado matrimonio con la bellísima princesa hindú Aouda, desterrada de su patria, pudo aplacar su abigarrada agenda. Únicamente un ataque de apoplejía que le asalto en uno de sus viajes, pudo aplacar el ardiente corazón el Baron. Decidió retirarse a una nueva villa construida en las recientes costas del mar Adriático en la renovada y ahora portuaria ciudad de Brescia. Una vez allí decidió constituir una fundación con su nombre Associazione Scientifico Cavalli, que se encargaría de gestionar y seguir apoyando el desarrollo científico de forma altruista. 

Una tarde que paseaba del delicado brazo de su esposa, se acercaron a un viejo cobertizo medio oculto en la maleza de sus jardines. ¡cuál fue su sorpresa cuando encontró debajo de unas polvorientas lonas, los restos de su antiguo vehículo del Diavolo Rosso! Éste había sido traído sin su conocimiento con el resto de sus posesiones. Éste acontecimiento despertó una antigua chispa en su corazón, decidió que ya que él no podría volver a experimentar el placer de la velocidad, otros lo harían por él.
Habiendo oído de los intentos de Sir Hiram Stevens Maxim de construir una nave aérea más pesada que el aire y más rápida que los Solomons actuales. Creó un reto para todos los científicos que quisieran, un jugoso premio en metálico y la oportunidad de mostrar sus ingenios en una carrera de aeronaves en la reciente bahía de Brescia. Así nació la Copa Cavalli y en todos los almacenes, garajes y hangares del mundo se empezaron a construir las primeras máquinas voladoras de carreras.