SILVANIA: EL REINO DE RA'NG KOR

Evento del periodo: 1883-1887

La vida siempre se abre camino. Incluso en las condiciones más duras, siempre se abre camino. Al menos, eso es lo que pasó en el Ngorongoro. La zona fue arrasada por el impacto del mayor fragmento de piedra cometa caído en la tierra. Kilómetros y kilómetros a la redonda quedaron devastados, convirtiendo en cuestión de horas aquel vergel en una tierra árida con olor a muerte. Nada sobrevivió a la brutal colisión. No hubo ni persona, ni animal, ni vegetal que viviera lo suficiente para contarlo. Aquel lugar recordaba más un paisaje lunar que un territorio de nuestro azul y verde planeta. Por espacio de dos años nada cambió. La aridez parecía haber dominado la región pero pasado ese tiempo, algo empezó a cambiar. Contra todo pronóstico, pequeñas briznas de hierba llenas de vida empezaron a asomar tímidamente desafiando las leyes de la propia naturaleza. Y esas briznas crecieron. Pero no al ritmo normal, sino a una velocidad condenadamente rápida. En pocas semanas se habían convertido en pequeños arbustos, y seguían creciendo, dando forma a un manto verde compuesto por multitud de variedades de plantas muy diferentes a lo que alguna vez había sido la vegetación de aquel lugar. Y algunos de esos arbustos siguieron su vertiginoso viaje hacia el cielo, hasta convertirse en esbeltos árboles que, en tan solo unos pocos meses formaron increíblemente una frondosa selva. Era tan solo el inicio de algo que cambiaría para siempre aquel territorio de África. Esta repentina explosión de vida había sido propiciada por la lluvia ácida que regó los alrededores del cráter del impacto durante todo ese tiempo. Los vapores de la piedra cometa mezclados con la lluvia se convirtieron en un caldo de cultivo catalizador que se impregnó en aquella tierra durante dos años. Las especies vegetales que crecieron a partir de entonces nada tenían que ver con sus predecesoras; muchas de aquellas plantas eran mutaciones propiciadas por los vapores de la piedra extraterrestre. 
Pero no todo acabó aquí. Poco a poco los animales volvieron, esta vez para quedarse. Y los animales que allí se establecían respiraban sin saberlo los vapores sobrenaturales de la piedra y empezaron a manifestar notables mutaciones: Los insectos resultaron ser gigantescos, diez veces su tamaño original. Aparecieron también una especie de leones, de dos cabezas, con la altura de caballos y por el aire se veían una especie de serpientes voladoras con alas, similares a los míticos dragones chinos. A todas estas aparentes locuras se le añadió la más inverosímil de todas: Cuando el doctor John Kirk regresó a Europa, algunos de los gorilas inteligentes que se quedaron en África decidieron buscar un sitio mejor para vivir y alejarse de la civilización. Sus pasos les llevaron desde de las montañas de Sunkuru hasta la selva en la que se había convertido Ngorongoro, donde se establecieron como una gran colonia. 
A medida que pasaban más tiempo por los alrededores del cráter, iban descubriendo las sorprendentes propiedades de algunas plantas que allí crecían. Gracias a su incipiente inteligencia aprendieron a utilizar una pequeña planta de hojas azules que emitía un brillo luminiscente y que permitía iluminar por la noche grandes espacios; descubrieron que la pulpa del fruto de un árbol similar a las palmeras les confería por tiempo limitado una fuerza cinco veces mayor a la colosal que ya tenían de por sí; las raíces de un arbusto que en sabor recuerdan al regaliz les proporcionaba cierto estado de ingravidez con el que podían sin esfuerzo realizar saltos prolongados de hasta veinte metros de altura. Descubrieron también que la savia de un árbol semejante al caucho al secarse resultaba ser un conglomerante más resistente que el cemento y lo aprovecharon para montar sencillas estructuras sobre los árboles; primero rudimentarios puentes, más tarde primitivos refugios que poco a poco mejoraban para darles el aspecto de humildes chozas elevadas que recordaban de su tiempo de convivencia con los humanos. Sin pausa pero sin prisa los gorilas trabajaron incansablemente favorecidos por las propiedades de las plantas que iban descubriendo, hasta que consiguieron construir un gran poblado alzado en las copas de resistentes árboles. Sin ni siquiera saberlo, se estaban haciendo los dueños del territorio del Ngorongoro y del mayor yacimiento de piedra cometa del mundo. Ra’ng Kor el temible gorila de lomo plateado, jefe del clan comenzó a llamar a esta tierra, su tierra, Silvania. ¿Un nuevo reino dominado por gorilas inteligentes? No, por lo menos no por ahora…